El 2020 se perfila como un año clave para los mercados de bonos asiáticos.
A medida que se estrechen los vínculos comerciales y financieros intrarregionales de Asia, sus distintas economías proseguirán su alejamiento de EE.UU. para orientarse hacia China y el renminbi (RMB).
Esta zona monetaria centrada en China –o bloque del RMB, como se ha dado a conocer– está destinada a superar a la del euro el año próximo y a convertirse en la mayor área monetaria del mundo después de la del USD.
Esto debería contribuir a que el RMB y otras divisas asiáticas recuperen su fortaleza en 2020 y en años posteriores, tras dedicar gran parte del año pasado a curarse de las heridas causadas por la guerra comercial.
Esta cuestión reviste mucha importancia para los inversores en bonos asiáticos en moneda local. Y es así porque la apreciación de las divisas ha sido una fuente clave de rentabilidad de los bonos emergentes en moneda local durante la última década, llegando a representar hasta una cuarta parte de la rentabilidad total de la clase de activos.1
Un destino común
Allá donde miren los inversores resulta evidente que, dos décadas después de la crisis monetaria asiática, las economías de Asia están estrechando sus lazos económicos, comerciales y financieros.
Según McKinsey, el 60% del comercio de bienes de las economías asiáticas es intrarregional, al igual que el 59% de la inversión extranjera directa. Además, más de dos tercios de las inversiones de Asia en empresas de nueva creación se canalizan hacia empresas radicadas en la región.
Este comportamiento ha servido para reforzar la condición del RMB como moneda de referencia de Asia.
Las economías asiáticas emergentes cada vez pactan más contratos en la divisa china, haciendo uso de las reservas de RMB que acumulan por su condición de exportadores netos a China. Muchas economías asiáticas también están estudiando la posibilidad de añadir el RMB al fondo de reservas de divisas regional, creado tras la crisis de 1997. Si eso finalmente ocurriera, reducirían todavía más su dependencia del dólar.
Según nuestros cálculos, basados en un modelo de regresión monetaria, a día de hoy un 19% de las fluctuaciones de las divisas asiáticas puede atribuirse a las oscilaciones del RMB, frente al 0% de 2006.
El won coreano destaca como la divisa más sensible de todas –nuestro análisis muestra que la evolución del RMB explica aproximadamente un 40% de sus fluctuaciones.2
Aunque el dólar sigue prevaleciendo, su influencia sobre las divisas asiáticas se ha reducido al 81%, desde el máximo del 90% alcanzado en 2008.
Nuestro análisis indica que el bloque del RMB ya representa el 24,8% del producto interior bruto mundial, ligeramente por debajo del 25,6% de la zona euro (véase la fig. 1).
A este ritmo, es solo cuestión de tiempo que el bloque del RMB eclipse a la zona euro y se convierta en el segundo más grande del mundo.
La creciente presencia del RMB en el sistema financiero internacional debería brindar apoyo estructural a largo plazo a la divisa.
La moneda sufrió una fuerte caída el año pasado y arrastró con ella a otras divisas asiáticas mientras se intensificaba la preocupación por la guerra comercial. Sin embargo, según nuestros modelos de valor razonable, la infravaloración del RMB frente al USD es actualmente de más del 22%.
Los fundamentales indican que esta diferencia podría desaparecer en breve.
Para empezar, la situación de la economía de China es mejor de lo que sugiere la cifra de crecimiento. Aunque su PIB ha registrado su peor tasa anual de los últimos 30 años, creemos que la desaceleración del país está en consonancia con la tasa de crecimiento potencial –que tiene en cuenta el efecto del reequilibrio estructural y el cambio demográfico– del 6%.
A nuestro juicio, de no haber sido por las medidas de política anticíclica aplicadas por Pekín, la recesión económica habría sido más intensa.
El paquete de estímulos del año pasado, que incluía rebajas del impuesto sobre la renta de los hogares, proyectos de infraestructura y desgravaciones fiscales para las exportaciones, ascendió a 1,5 billones de RMB, es decir, al 1,6% del PIB, el mayor desde 2009.
Creemos que las autoridades están dispuestas a prolongar la flexibilización para respaldar a los sectores de la economía más vulnerables a los efectos de la guerra comercial.
Para ilustrar la magnitud del estímulo monetario y fiscal de Pekín en su conjunto, el impulso del crédito de China –una medida general del crédito y la liquidez destinados a la economía real– ha entrado en territorio positivo (véase la fig. 2).
Los temores sobre una salida masiva de empresas extranjeras de China tampoco se han materializado. El número de empresas extranjeras en el país alcanzó su máximo histórico con 593.000 a finales de 2018, impulsado por una cifra récord de nuevos registros el año pasado. La inversión extranjera directa en China es estable y crece a una tasa media a largo plazo del 3% anual.
Tras notar los efectos de la guerra comercial, otros países asiáticos también están protegiéndose con estímulos fiscales.
En el plano regional, Asia emergente es actualmente la región de más rápido crecimiento del mundo, con una economía que se expande a un ritmo ligeramente superior al 6% anual.
El resistente crecimiento económico de Asia se ve complementado por una inflación débil, que se sitúa en su nivel más bajo desde 2009.
Teniendo todo esto en cuenta, prevemos una evolución a largo plazo más prometedora para el RMB y las divisas asiáticas.
Esperamos que la apreciación de la divisa china sea de al menos un 2% anual durante los próximos cinco años. Esto permitirá que las divisas asiáticas se recuperen de sus mínimos de los últimos 10 años. Nuestra previsión es que fluctúen de manera sincronizada con el RMB, generando unas ganancias anuales de al menos un 2% hasta 2023.
Todo lo dicho refuerza nuestra opinión de que Asia recibirá una mayor proporción de la inversión internacional en renta fija y se convertirá en una clase de activos estratégica. Los inversores tendrán que cambiar las asignaciones de sus carteras para reflejar la creciente influencia de Asia.
Puede que el siglo XIX haya pertenecido a Europa y el XX a los Estados Unidos. Pero el siglo XXI está abocado a ser el de Asia.
Asia recibirá una mayor proporción de la inversión internacional en renta fija mientras se convierte en una clase de activos estratégica.
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