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Sostenibilidad medioambiental

Hacia un mundo más sostenible

Cómo afrontar el calentamiento global
Noviembre 2020

No cabe duda: el desafío del clima debe ser una prioridad. Pero se necesita colaboración, una visión común y un liderazgo sólido.

Queremos compartir con los lectores la primera de una serie de análisis realizados por CIFS, nuestro instituto de investigación asociado. Desde hace más de una década, colaboramos con el Copenhagen Institute for Futures Studies (CIFS) para comprender mejor las megatendencias, las potentes fuerzas seculares que están transformando el ambiente, la sociedad, la política, la tecnología y la economía. El CIFS es un grupo de reflexión y una empresa de consultoría líder a nivel mundial que emplea una amplia gama de métodos de investigación, desarrollados en los últimos 40 años, entre los que se incluyen el análisis de megatendencias, la planificación de escenarios, la gestión del riesgo, iniciativas de innovación y el desarrollo de estrategias.

A través de nuestro liderazgo, hemos ideado un marco de referencia que incorpora las 14 megatendencias identificadas por CIFS y que incluye tendencias como el desarrollo demográfico, la economía de la red, el hincapié en la salud, la sostenibilidad y el desarrollo tecnológico.

Como socios de CIFS, hemos accedido a la investigación en áreas normalmente no cubiertas por la comunidad de analistas de inversiones, como los cambios en las actitudes y en las convicciones sociales, el impacto de todo esto en el ambiente y en el sector empresarial y la aceleración del desarrollo tecnológico. Estamos orgullosos de ser socios del CIFS y deseamos compartir con los lectores algunas de sus investigaciones, al considerar que pueden ayudar a comprender mejor cómo está cambiando nuestro mundo y, por consiguiente, a aumentar la concienciación, entre otros, en materia financiera.

A continuación, se incluye un breve extracto de la investigación.

El 97% de los científicos que se dedican al clima no puede estar equivocado: los cambios climáticos no pueden ser un capricho de la naturaleza. Por tanto, el futuro está en las manos de quienes viven el presente. El actual modelo de crecimiento se ha mantenido a costa de algo que es menos medible y a lo que resulta más difícil asociar un valor. El ser humano se ha olvidado de la naturaleza, que ahora está respondiendo en su lenguaje: un aumento de las temperaturas mundiales, el deshielo de los glaciares y la subida del nivel del mar. Y entre los recursos que se están acabando no están solo los naturales. También hay otro recurso: el tiempo. Cada vez queda menos tiempo, pero aún no se ha acabado: se puede invertir la tendencia, siempre que se actúe enseguida y de manera coordinada.

La necesidad de una visión común

Yuval Noah Harari escribe, en el libro «Sapiens», que la auténtica diferencia entre el ser humano y las demás especies reside en la capacidad de este de crear historias susceptibles de congregar a las personas en torno a una causa común. Si así fuese, entonces no hay causa más digna de congregación que la protección de nuestro hábitat. Es un proceso difícil que solo puede llevarse a cabo fijando un objetivo ambicioso. Para ello, se necesita una visión por la cual trabajar día tras día. 

El papel de la tecnología y la economía

La tecnología y la innovación son dos instrumentos fundamentales: abren nuevas vías en sectores decisivos, como el de la energía. Pero también las ciencias sociales ofrecen una aportación importante. Es la economía la que estructura nuevos modelos y elabora soluciones como inversiones en valores ecológicos, incentivos para quienes contaminan menos e impuestos proporcionales a las emisiones de carbono.

Otro ámbito que afecta al futuro ambiental es el jurídico: un pueblo que viva en un país democrático dispondrá de leyes que podrá utilizar para proteger su ambiente. Cada vez son más frecuentes las acciones colectivas contra las decisiones de empresas y Gobiernos consideradas perjudiciales. El activismo de las organizaciones y los ciudadanos también es una herramienta económica: una inversión será más arriesgada si debe pasar a través de los tribunales. De esta forma, la sostenibilidad ambiental se convierte en sostenibilidad financiera.

Hasta qué punto cuentan las emociones

No obstante, la idea de sostenibilidad debe hacer frente a algunas cuestiones. La actitud hacia los organismos genéticamente modificados (OMG) suele ser hostil, a pesar de que suponen un recurso para disponer de cultivos con mayor rendimiento y capacidad de resistencia a los agentes climáticos. En el fondo, los OGM no son una novedad total: la que conocemos como «agricultura tradicional» lleva modificando la materia prima desde hace 30.000 años, aunque no en un laboratorio, sino mediante la selección de las especies. Las frutas y verduras que comemos hoy en día son el resultado de estas modificaciones: antes, las zanahorias tenían un color mucho más pálido que ahora; los melocotones se parecían a las cerezas y eran menos dulces; y los plátanos tenían semillas más grandes.

Y, sin embargo, existe una aversión muy común hacia los OGM, Esto nos lleva a hacernos una pregunta, más amplia: ¿hasta qué punto influyen las emociones y la ética en el cambio climático? Todos están convencidos de que hay que reducir las emisiones, pero ¿quién debería asumir la mayor responsabilidad? En los países menos desarrollados, ¿es justo pedir un cambio tan grande cuando los Estados ricos no han llevado a cabo acciones parecidas en el pasado? A nivel mundial, las discrepancias empiezan justo por este punto.


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