Aprovechando su impresionante arsenal de nuevas tecnologías y datos, la industria biotecnológica ocupa la primera línea de la lucha contra el coronavirus.
Evidentemente, una vacuna sería el camino más directo hacia la victoria. Y, en este aspecto, hay algunas esperanzas. Tal vez la vía de investigación más prometedora sea el ARNm que conlleva, esencialmente, la utilización del cuerpo como “biorreactor” para producir una vacuna. En el proceso, las células reciben el patrón molecular (ARN mensajero) necesario para producir proteínas víricas. A continuación, estas proteínas actúan como inductoras de la producción de anticuerpos.
Aunque el ARNm es increíblemente inteligente, nunca se ha ensayado. La primera dificultad es crear una respuesta de anticuerpos que sea lo suficientemente potente. Esto es lo que se está examinando actualmente en un ensayo clínico de fase I que tardará un año en completarse. Otras vacunas más tradicionales podrían desarrollarse más rápidamente, pero incluso estas podrían tardar al menos 12 meses.
Fuente: Pictet Asset Management, Biocentury
La terapéutica podría ofrecer una solución más rápida, si bien a menor escala. Varias empresas de biotecnología trabajan en la creación in vitro de anticuerpos contra el coronavirus. Estos anticuerpos se diseñan para actuar como neutralizadores, adhiriéndose como un velcro a la superficie del virus de modo que este no pueda unirse a las células y diseminarse por el cuerpo. Una vez desarrollados, podrían administrarse como tratamiento profiláctico a la población de más riesgo. Incluso podrían utilizarse para tratar a los pacientes que hayan contraído la enfermedad.
Una alternativa a la creación de anticuerpos es extraerlos del plasma sanguíneo de personas que se hayan recuperado del coronavirus –una práctica que tuvo cierto éxito durante la epidemia del SARS.
Simultáneamente, los científicos están desarrollando o adaptando diversos fármacos para luchar contra la pandemia. La prioridad inmediata son los antivirales, que detienen o ralentizan la replicación del virus en el cuerpo. Uno de los más avanzados –en lo que se refiere a su desarrollo– es el Remdesivir de Gilead Science Inc.*, un medicamento de administración intravenosa que en un principio estaba destinado a combatir el Ébola, pero del cual ahora se están realizando ensayos clínicos en el tratamiento temprano del coronavirus y cuyos resultados se darán a conocer este mes.
Otro ámbito de investigación es remediar algunas de las complicaciones más graves que surgen durante las últimas etapas de la infección por el virus.
Si la enfermedad no se detecta a tiempo, o no se combate eficazmente, el sistema inmunitario puede responder de manera desbocada y empezar a atacar el cuerpo. Suprimir esta reacción inmunitaria descontrolada –mediante el bloqueo del receptor de la IL-6– es el objetivo de los medicamentos para el tratamiento de las etapas finales de la enfermedad, como el Kevzara de Regeneron Pharmaceuticals*.
Todo esto no quiere decir que la industria biotecnológica pueda trabajar a plena capacidad. También se ve afectada por los esfuerzos destinados a contener la pandemia. La realización de ensayos clínicos en seres humanos es mucho más difícil debido a los confinamientos, por lo que muchos de ellos se han pospuesto. La comercialización de nuevos fármacos también se ha ralentizado, puesto que el marketing tradicional en persona ya no es posible. La producción, por su parte, se ve afectada por el cierre de las fábricas y la escasez de materias primas –algunos de los principales centros de fabricación de ibuprofeno, por ejemplo, se encuentran en la provincia china de Hubei y en la región italiana de Lombardía. Además, la tensión de los mercados financieros complicará la obtención de nuevo capital, lo que perjudica especialmente a las empresas biotecnológicas de creación más reciente y menos consolidadas.
Por último, aunque los tratamientos contra el coronavirus acapararán los titulares y estimularán la confianza, las empresas implicadas se sentirán obligadas a mantener los precios lo más bajos posible, por lo que –justificadamente– no serán las más exitosas a la hora de cosechar beneficios empresariales.
Como inversión, la industria biotecnológica puede ser volátil –en función del éxito o fracaso de los fármacos y de la concesión o pérdida de las patentes. No obstante, el sector ha resistido bien históricamente en los períodos de turbulencias y recesión del mercado (incluso durante la crisis financiera global de 2008-9). El motivo es que la demanda de medicamentos no depende de los ciclos económicos.
La estrategia Pictet-Biotech se centra en las terapias esenciales de gran impacto, utilizando un sistema de calificación propio que analiza cada fármaco en función de la gravedad de la enfermedad a la que está destinado, su eficacia, su asequibilidad y accesibilidad (incluido su reembolso por las pólizas de seguros) y la posición competitiva respecto de otros fármacos comparables ya existentes o en desarrollo.
La cartera incluye empresas que se centran en el tratamiento de las enfermedades raras, la oncología y los trastornos del sistema nervioso central, entre otras. En las últimas semanas, nuestros gestores de carteras han aumentado las asignaciones a algunas empresas rentables de gran capitalización con amplias reservas de efectivo para capear el temporal. Sin embargo, también estamos atentos a las nuevas oportunidades de inversión. Como muestra el ratio precio-beneficio a 12 meses, hacía años que el sector no estaba tan barato, tanto en términos nominales como en relación con el mercado en general.
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