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Noviembre 2017
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La oleada de la indexación

Si el seguimiento de la evolución de los índices se convierte en la forma de inversión predominante las consecuencias económicas serán de gran calado.

El coste de invertir rara vez se ha visto sometido a tanto escrutinio. Y rara vez con una intensidad tan sostenida. Teniendo en cuenta que las carteras de renta variable más activas no han conseguido batir sus índices de referencia desde la crisis de la deuda de 2008, parece que los reguladores y los consultores de inversiones han perdido la paciencia con la enorme cantidad de fondos cuyos resultados, persistentemente mediocres, solo pueden equipararse con sus comisiones, persistentemente elevadas.

También la ha perdido la prensa financiera. La creciente decepción con los fondos de gestión activa y el enfoque en los costes por parte de los selectores de fondos están transformando el panorama financiero. La inversión pasiva goza de un firme predominio.

Desde finales de 2007, los fondos cotizados (ETF) pasivos han acumulado unos flujos de inversión de 1,7 billones de USD netos. Esta cifra contrasta con los 1,2 billones de USD retirados de los vehículos gestionados activamente durante el mismo período. Desde la perspectiva de un inversor particular, el cambio es lógico. Los fondos indexados cobran comisiones más bajas. Y también es cierto que han generado rentabilidades superiores a las de la media de los fondos de gestión activa una vez deducidos los gastos de inversión.1

No obstante, no cabe duda de que surgirán problemas si la indexación se convierte en la forma de inversión predominante. En tal escenario, no está claro si el mercado financiero será capaz de asignar el capital de manera eficiente. Ni tampoco existe seguridad de que se vaya a exigir a los directivos corporativos que rindan cuentas. Asimismo, existe la posibilidad de que sectores enteros caigan bajo el control de unas pocas sociedades de inversión pasiva: un fenómeno que podría erosionar los pilares de la economía de libre mercado y frenar la innovación.

El entusiasmo por el seguimiento de índices nace del deseo de los reguladores y los consultores de controlar los costes. Ese objetivo es muy loable. Pero no se han evaluado adecuadamente los costes que la continua expansión de la inversión pasiva ocasionará a más largo plazo. Si la mayoría de los inversores deciden abrazar su causa, los seguidores de índices amenazan con sabotear el mismo sistema sobre el que se desarrollaron.

El informe únicamente está disponible en inglés.


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