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Inteligencia artificial

Google Bard: presente y futuro de la IA conversacional

El software es la alternativa a ChatGPT. Google es más cauto, por razones ligadas a la tecnología, al mercado y a su propio liderazgo.
Julio 2023

¿Qué podría pasar si se aplica la Inteligencia Artificial (IA) a las búsquedas online? La respuesta es Google Bard, el chatbot desarrollado por el grupo de Mountain View. Fue la respuesta a ChatGPT, que de repente puso en escena una primera batalla pública de IA.

¿Qué es Google Bard?

Google Bard emula la conversación humana. Recopila información y, uso tras uso, mejora: aprende de sus errores y de las interacciones con los usuarios. Al igual que el resto de inteligencias artificiales, no es un software "sensible" y, por tanto, no puede "pensar". Pero ofrece respuestas a preguntas complejas, de forma parecida a un diálogo entre dos humanos. Y no sólo eso: puede dar instrucciones para completar una tarea, inventar una historia o, con una función útil para los desarrolladores, analizar un código para ver si hay errores.

Desde el punto de vista tecnológico, no es distinto de otros programas del mismo tipo: se ha entrenado con miles de millones de datos y, gracias al aprendizaje automático, es capaz, a base de algoritmos, de aprender automáticamente nuevas nociones. En esencia, es capaz de perfeccionarse a sí misma. Pero lo que distingue a la IA son los modelos lingüísticos, más o menos eficaces, en los que se basa; en el caso de Bard, son LaMDA y PaLM2.

Comparación entre ChatGPT y Google Bard

Bard se lanzó el pasado mes de marzo, en versión beta y sólo en Estados Unidos. Desde España, por tanto, no es posible probarlo, a menos que se utilice una VPN. Google ha anunciado que pronto estará disponible en 40 idiomas, pero por ahora sólo existe en inglés.

Por tanto, hacer una comparación con ChatGPT es todavía prematuro. Desde el punto de vista del contenido, la diferencia más relevante radica en el hecho de que ChatGPT se nutre de su propia reserva de conocimientos, que se limita a septiembre de 2021. Bard, en cambio, también se nutre de Internet y, por tanto, está más actualizado. Una característica, sin embargo, que también conlleva un riesgo. Por eso Google ha decidido que el software se vaya descubriendo poco a poco.

La estrategia de Google

OpenAI, la empresa que desarrolla ChatGPT, es una start-up y por eso ha decidido lanzarse: ha abierto su software a cualquiera. Es decir, cualquier usuario puede registrarse y conversar, incluso en español. Google fue mucho más prudente. Primero abrió algunas pruebas de LaMDA, sobre interacciones específicas (por tanto, no con una conversación totalmente libre). Luego hizo lo mismo con Bard. La razón se expone rápidamente: a diferencia de OpenAI, Google paga (también económicamente) por los pasos en falso, porque es una empresa cotizada.

Esto se demuestra con un simple episodio: durante la presentación del sistema generativo, Bard se equivocó totalmente en una respuesta. Afirmó que los primeros planetas fuera del sistema solar habían sido inmortalizados por el telescopio James Webb, cuando en realidad ya habían sido detectados 14 años antes. Resultado: las acciones de Google se desplomaron un 9%, lo que equivale a una caída de la capitalización de unos 100.000 millones de USD.

Errores como éste no son simples tropiezos. Los programas informáticos aún no son lo bastante robustos. Y no son inmunes a las distorsiones. La capacidad de aprender automáticamente es su mayor activo, pero también su mayor riesgo. Porque la Inteligencia Artificial podría captar y amplificar datos de partida incorrectos.

De aquí al futuro

Hay otra razón que explica la cautela de Google. Ahora está claro que la IA tendrá un enorme impacto en los motores de búsqueda y, más en general, en la forma en que la gente consulta la información online. Es un área en la que el grupo liderado por Sundar Pichai (por desprendimiento) y es, por tanto, fisiológico que proceda con pies de plomo. Los que le siguen, con cuotas de mercado residuales, pueden en cambio actuar con más desparpajo porque tienen menos que perder. Es el caso, por ejemplo, de Microsoft, uno de los principales valedores de OpenAI, que ya ha incorporado ChatGPT a su propio motor de búsqueda, Bing.
El reto, sin embargo, no ha hecho más que empezar. Y, en perspectiva, no se limita a los motores de búsqueda. Una IA capaz de dialogar con los usuarios podría aplicarse a prácticamente todas las soluciones del ecosistema Google: redacción de correos electrónicos, gestión de calendarios, mapas, documentos, asistentes virtuales, altavoces inteligentes. Todo, incluso el equilibrio de poder y de mercado, podría cambiar.
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