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Economía y finanzas

FOMO, FUD, TINA... Esos comportamientos que explican los movimientos del mercado

Los mercados reaccionan a comportamientos en ocasiones viscerales por parte de los inversores.
Noviembre 2020

Las actitudes de los inversores están condicionadas por sesgos comportamentales que pueden hacerles tomar decisiones que no guardan relación con la realidad económica. A veces, las limitaciones del mercado les empujan a asumir riesgos importantes y, si son muchos los que actúan, los movimientos se amplifican. Esto explica por qué se producen tendencias al alza en pleno cataclismo, o caídas exageradas incluso después de conocerse buenas noticias.

El estado de ánimo del inversor es variable. A veces le lleva a adoptar posturas muy perjudiciales para su cartera. Daniel Kahneman y Vernon Smith y, más tarde, Richard Thaler, todos ellos economistas y ganadores del premio Nobel de Economía, han estudiado la psicología y los sesgos cognitivos que explican estas malas decisiones.

Entre los numerosos sesgos que influyen en las acciones de los ahorradores en los mercados, se pueden observar, por ejemplo, el comportamiento gregario, que impulsa al individuo a adoptar la misma actitud que todo el mundo sin entender necesariamente el porqué, o también el statu quo, por el cual se pretende aplazar una decisión importante hasta que el contexto haya cambiado, por miedo a equivocarse. 

Otra reacción clásica: el sesgo de disponibilidad, que alienta al inversor a reaccionar a una noticia reciente sobre una empresa, sin tener en cuenta otros elementos anteriores que tienen más probabilidades de influir en el precio de sus acciones. 

El sesgo de confirmación puede jugar malas pasadas.

Por su parte, el sesgo de anclaje consiste en empeñarse en conseguir un precio récord (muy bajo o muy alto) y empuja a los inversores a esperar de manera exagerada antes de comprar o vender, esperando un hipotético regreso a esos niveles de fantasía. Se trata de una trampa corriente, y terrible para la buena salud de la cartera.

Otro sesgo que puede jugar malas pasadas es el sesgo de confirmación. Este lleva al inversor a dar más importancia a las noticias que vienen a confirmar la opinión que ya tenía, rechazando las opiniones contrarias que, sin embargo, presagian futuras pérdidas.

Probablemente fue este sesgo el que influyó en el mercado a principios de año. El 27 de enero de 2020, el balance oficial del coronavirus en China apuntaba a 80 muertos. La amenaza del virus, que hasta entonces no había sido tomada en serio, cobraba fuerza. Ese día, la Bolsa de París cayó un 2,68%. Después, los mercados recuperaron la confianza. El 19 de febrero, el CAC 40 llegó a alcanzar los 6.111 puntos al cierre, situándose tan solo unos puntos por debajo de su récord de junio de 2007 (6.125,81 puntos). ¿Qué pasó? Varios especialistas minimizaron la peligrosidad del virus y su contagio. La alerta ya había empezado a sonar, pero los inversores prefirieron confiar en puntos de vista más reconfortantes, concretamente el de la ex Ministra de Sanidad francesa Agnès Buzyn, que entonces afirmó que «los riesgos de propagación del coronavirus [eran] demasiado bajos». No escucharon el final de la declaración de la ministra, que matizaba: «Evidentemente, la situación puede evolucionar en los próximos días si más ciudades se viesen afectadas en China o en más países».

Otro sesgo observado recientemente en los mercados es el «FOMO» o «fear of missing out» (miedo a perderse algo). Tras una caída muy brutal (un 38,5% entre el 19 de febrero y el 18 de marzo de 2020), el CAC 40 volvió a registrar una subida vertiginosa. Entre el 19 y el 26 de marzo, el índice subió un 21% en 6 sesiones. Un aumento excesivo para muchos observadores, puesto que las perspectivas a medio plazo de la economía mundial siguen siendo pesimistas. ¿Cuál es la explicación? El famoso «FOMO» sinónimo de aversión a los remordimientos. Los inversores se niegan a dejar pasar el tren sin subirse a él, lo que puede llevarles a comprar un billete a un precio muy elevado. Si muchos de ellos experimentan la misma angustia, los mercados se precipitan al alza de forma irracional.

«Fear, uncertainty and doubt» (FUD): es decir, el miedo, la incertidumbre y la duda; el motor de la caída

Hay otros fenómenos que pueden explicar movimientos de mercado excesivos. No corresponden necesariamente a sesgos psicológicos o comportamentales, sino a contextos específicos que perturban a los inversores.

De esta forma, cuando se produjo la fortísima caída de las cotizaciones que precedió al confinamiento de la primavera pasada, se habló mucho de «FUD» (fear, uncertainty and doubt), una mezcla de miedo y dudas arrastra los mercados a la baja.

Por el contrario, cuando la subida del mercado de valores parecía irracional, como pasaba antes de la aparición del coronavirus, era una cuestión de TINA. Bajo ese nombre tan inocente se esconde en realidad una limitación: «There Is No Alternative», es decir, no hay otra opción. Se trata de un fenómeno que amplificó las subidas del mercado de valores en 2018 y 2019. Como los valores de renta fija solo ofrecían una rentabilidad reducida, o incluso negativa, debido a los bajísimos tipos de interés, los inversores recurrieron en masa a las acciones, a falta de algo mejor. Aún a costa de pagarlas caras, de impulsar una subida de las cotizaciones a pesar de un clima económico incierto, y de renunciar a las sanar virtudes de la diversificación en su estrategia de inversión.

Por tanto, sean o no conscientes del origen de sus comportamientos, a veces los inversores actúan contra sus propios intereses. La mejor forma de protegerse de este peligro consiste en analizar en frío la información financiera de las empresas y de las economías nacionales, lo cual no está al alcance de todos. La otra manera de protegerse es recurrir al asesoramiento de profesionales invirtiendo en fondos comunes de inversión de manera muy regular, para entrar en los mercados a todos los precios y así obtener una media de entrada correcta, así como comprometiéndose a realizar una inversión a largo plazo evitando las entradas y salidas

Cuestiones esenciales a tener en cuenta

  • Influidos por sesgos cognitivos que no siempre son capaces de identificar, los inversores tienen en ocasiones actitudes irracionales.
  • Unidos a reflejos gregarios, estos comportamientos producen en los mercados movimientos que van contra las realidades económicas.
  • Para protegerse de estos riesgos y no dejarse llevar por las emociones, es preferible ponerse en manos de profesionales.