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Sostenibilidad medioambiental

Agua y agricultura en España: en busca de la eficiencia

Noviembre 2022

Los datos recientes ofrecidos por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) presentan un panorama desfavorable. El trimestre compuesto por junio, julio y agosto registró las más altas temperaturas desde 1961. Las lluvias fueron muy escasas: este verano pasado ha sido el más seco de la serie histórica. Más datos para que salten las alarmas: el año hidrológico 2021-2022 ha sido el tercero más seco desde que se tienen registros, constata la Aemet.

Actualmente, el 38,5% de la superficie de España se encuentra en situación de sequía prolongada. Y el otoño no va a ser mejor: según la Aemet existe una probabilidad del 40% de que los meses de octubre, noviembre y diciembre sean más cálidos de lo normal. Los embalses no veían un nivel de agua tan bajo desde 1995, un año histórico para la sequía en España. Las reservas se encuentran bajo mínimos y el sector de la agricultura se enfrenta a un panorama desolador, ya que en lo que llevamos de año se ha cosechado un 70% menos que lo habitual debido a la sequía, según fuentes del sector.

Efectos indirectos de la sequía en el campo

Teniendo en cuenta que el 85% del uso del agua en España tiene como destino la agricultura y ganadería, la sequía no sólo amenaza a estas dos actividades, sino al turismo, un sector clave de nuestra economía, o al mismo suministro, que en algunas zonas de España está registrando cortes. Además, el efecto en la producción de la sequía, sumado a la inflación, provoca un mayor incremento de precios.

¿Qué está detrás de esta escasez de agua en el campo?

Por supuesto, el cambio climático es el gran responsable de la falta de lluvias que afecta al campo. Cuanto más calor hace, más evapotranspiración, y menos agua disponible. Además, a la escasez tenemos que añadirle un tercer elemento: la contaminación. Los desechos industriales, urbanos y agropecuarios hacen un flaco favor a las reservas de agua. Por ejemplo, pueblos situados cerca de macro granjas no tienen agua potable por la cantidad de nitratos que se vierten. Es el caso del pueblo de Polán, en Toledo, donde el pasado 20 de enero se anunciaba el corte del abastecimiento debido a que Sanidad declaró el agua como ‘no potable’. Hace un par de años, se concedió la autorización para ampliar una macro granja en esta localidad: de 1.200 cerdos se pasaba a abastecer a 3.000.

A la falta de lluvias se le tiene que añadir, también, la mala gestión de los recursos del agua. Según Greenpeace, “la política hídrica española ha ido encaminada a satisfacer cualquier demanda de agua, por insostenible que sea. Tal es el caso, por ejemplo, de Andalucía, donde el Parlamento quiere legalizar más de 1.400 hectáreas de regadío en el entorno del Parque Nacional de Doñana, a pesar de que la propia Comisión Europea ha advertido que no hay agua para esos riegos”.

Medidas a largo plazo para salvar la agricultura

Desde medidas generales para frenar el cambio climático (reducir emisiones) hasta evitar la contaminación u agotamiento de acuíferos, existen numerosas medidas que pueden ayudar a reducir el efecto de la sequía y dinamizar la agricultura en España. El uso eficiente de este recurso es otra de las claves: optar por proyectos que demanden menor volumen de agua, priorizar explotaciones sostenibles en detrimento del regadío intensivo o favorecer políticas forestales son algunas de las soluciones, en línea con la Agenda 2030 en cuanto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible en materia hídrica.

¿En qué medida puede la tecnología optimizar la eficiencia en el uso del agua en el campo?

Gracias a la tecnología de vanguardia, los agricultores de diferentes lugares de Latinoamérica y la plataforma Instacrops consiguen producir alimentos de mayor calidad usando solo lo preciso para ello. Esto se consigue a través de inteligencia artificial y Big Data, según informa el Portal Frutícola: se instalan en los cultivos diferentes sensores y equipos electrónicos autónomos, y gracias a la información recogida (estado del riego, alerta de caudal, heladas, etc.), se ayuda a los agricultores a resolver problemas en tiempo real. Gracias a la implantación de esta plataforma, por ejemplo, los productores mexicanos han logrado ahorrar hasta un 25% de agua y aumentar en un 12% el rendimiento de sus cultivos y frutales, según informa infoAgro, portal especializado en agricultura.

Otro ejemplo de cómo la tecnología puede ayudar a mejorar el uso del agua en el campo es el Proyecto MemoLab, iniciativa de la Universidad de Granada para recuperar las acequias del siglo VIII del área de la Alpujarra, que favorece el uso racional de acuíferos y evita el despilfarro.

En Galicia, la iniciativa Edar360, consorcio de empresas y centros tecnológicos, desarrollan soluciones digitales para controlar y optimizar los procesos de depuración de las aguas residuales.

La particularidad de las islas Canarias (su clima e insularidad) hace que sus explotaciones agrarias hayan avanzado en la optimización de recursos hídricos de manera pionera. Un ejemplo más son sus desarrollos en desaladoras: desde desaladoras portátiles para hacer frente a necesidades puntuales a desaladoras que apenas consumen energía para no comprometer la eficiencia energética en el proceso de obtención de agua.

Lo cierto es que la innovación es clave para mejorar la obtención, uso y tratamiento de un recurso tan preciado para todos como el agua, en especial, en el campo español.

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