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Ciclo de vida de la tecnología

Qué es y por qué es necesario acabar con la obsolescencia programada

Enero 2024

4 minutos

¿Por qué los móviles, ordenadores o las prendas de ropa duran cada vez menos? Encontramos la respuesta en la obsolescencia programada, una práctica normalizada cuyas consecuencias afectan al planeta y requiere una solución urgente.

En la sociedad de consumo, vivimos en un continuo ciclo de usar y tirar. Si se estropea un objeto o un aparato electrónico, rápidamente lo reemplazamos por otro nuevo. A lo largo de la última mitad del siglo XX, conceptos como “reparar” o “reutilizar” se han sustituido cada vez más por “comprar” y “reemplazar”.

¿Qué es la obsolescencia programada?

La obsolescencia programada es una práctica que consiste en limitar de manera intencionada la vida útil de un producto de consumo. Su origen se remonta a 1924, cuando los principales fabricantes mundiales de bombillas (Osram, Philips, General Electric) acordaron acortar la vida de sus productos a 1000 horas, en lugar de las 2.500 que alcanzaban hasta entonces.

La razón era evidente entonces y lo sigue siendo un siglo después: aumentar al máximo las ventas para generar beneficios económicos. Las consecuencias tampoco se le escapan a nadie que conozca esta práctica: daños irreparables para el medio ambiente.

El bucle de comprar-tirar-comprar supone tener ciclos de fabricación muy cortos con la explotación insostenible de materias primas y energía, además de provocar una contaminación excesiva. ¿Por qué nueve de cada diez personas cambiamos nuestro teléfono móvil en sus primeros cuatro años de vida?

El modelo de obsolescencia programada afecta a numerosos productos de consumo, no es exclusivo de la electrónica o los entornos digitales. El sector textil, electrodomésticos, juguetes o mobiliario también se ven afectados.

Economía circular como modelo alternativo

Casi todo se estropea o pasa de moda. Lo alarmante es que ocurre de manera totalmente intencionada. El modelo de consumo está inducido por industrias que buscan mayores beneficios a través del aumento de sus ventas.

Sin embargo, tras cien años de obsolescencia programada podemos llegar a una conclusión: el modelo no es sostenible, está acabando con los recursos del planeta y acelerando el calentamiento global.

Por eso, se impone cada vez más el concepto de economía circular, basado fundamentalmente en reducir el consumo, reciclar y reutilizar todos los productos, dándoles una segunda vida o insertándolos de nuevo en el ciclo de producción.

Tipos de obsolescencia programada y ejemplos

Los ejemplos de obsolescencia programada en nuestra economía son interminables: baterías que mueren a los dos años de uso, impresoras que dejan de funcionar cuando alcanzan un número determinado de copias, cámaras de fotos o televisiones que sobrepasan una cantidad de horas encendidas hasta que empiezan a fallar…

En el entorno digital, el ejemplo más claro es el software incompatible con los dispositivos más antiguos (entendiendo por antiguo cuatro o cinco años). Respecto al sector textil, influye la urgencia de estar a la moda y la baja calidad de los tejidos los que impulsan el consumismo.

En realidad, en función de la vía de resultar inútil, un objeto puede presentar diferentes tipos de obsolescencia:

  • Sistémica: se produce cuando el producto está creado con unos estándares de fábrica cuyas aplicaciones dejarán de ser útiles en un periodo de tiempo corto. Por ejemplo: un teléfono, un ordenador u otro dispositivo que no soporta las nuevas versiones del software.
  • Fechada: sucede en aquellos casos en los que el producto tras un determinado tiempo de uso, simplemente, deja de funcionar o presenta fallos en el funcionamiento. Por ejemplo: un frigorífico.
  • Percibida: tiene lugar cuando un diseño o una característica extra convierten los modelos anteriores en modelos considerados antiguos. Por ejemplo: los smartphones o las prendas de moda.
  • Legal: se produce en los casos en los que el cambio de legislación provoca la disminución de uso o la prohibición de un producto determinado. Por ejemplo: los coches de gasoil y gasolina más antiguos y contaminantes.

La disminución de costes de producción y el aumento de la productividad industrial, además, ha provocado que, en numerosas ocasiones, el propio fabricante aconseje al cliente comprar un producto nuevo en vez de repararlo porque adquirirlo es más barato que repararlo.

Toda esta vorágine de consumo ha llevado al planeta a una situación insostenible, tanto por la sobreexplotación de recursos como por la pérdida de ecosistemas y biodiversidad, así como por las consecuencias del cambio climático instigado por la actividad industrial.

Consecuencias de la obsolescencia programada. ¿Por qué es urgente acabar con ella?

Cada año en la UE se genera la escandalosa cifra de 2.200 millones de toneladas de residuos.

El modelo de consumo promovido por la obsolescencia programada ha provocado el agotamiento de los recursos, la pérdida de ecosistemas y la aceleración del cambio climático. Montones de toneladas de residuos se depositan en entornos naturales cuyo deterioro es rápido y fulminante.

Este consumismo no es sostenible y su efecto perjudicial para el medio ambiente es contraproducente, ya que la economía depende de los recursos para seguir girando. El crecimiento desenfrenado del consumo en todos los sectores lleva a una situación límite para el planeta. Si no frenamos, pronto será demasiado tarde.

Los daños ya son irreversibles: desde especies extintas hasta decenas de parajes y entornos naturales perdidos, escasez de materias primas o sobreexplotación energética, aumento extraordinario de la temperatura terrestre.

Influencia del fin de la obsolescencia programada en la economía

Estamos llenando el planeta de basura y destruyendo ecosistemas a un ritmo nunca antes visto. Por eso, medidas legislativas como las que se están poniendo en marcha en varios países del mundo, unidas a una mayor concienciación y un impulso a la economía circular podrían parar con la obsolescencia programada.

De hecho, el fin de la obsolescencia programada tendría incluso numerosas consecuencias económicas positivas, que permitirían a la economía continuar creciendo. Por un lado, la generalización de las reparaciones supondría el aumento de puestos de trabajo (no para fabricar, pero sí para reparar).

Por otro lado, sacar al mercado productos de buena calidad con duraciones largas conduce a una mayor inversión en I+D+i, que sería la mejor vía para generar amplios beneficios para las compañías e impulsaría el desarrollo económico.

Aunque las consecuencias en la economía mundial serían variopintas y tendrían varios ángulos, la realidad es que elegir entre la economía y el planeta es un falso dilema. Reciclar y reutilizar también son un enorme negocio en crecimiento.